viernes, 2 de diciembre de 2022

SIMULACRO DE ACOSO




ACOSO LABORAL


   Hay una chica nueva en el centro de trabajo. Es una chica seria, responsable y tímida. 
   El primer día me encuentro con ella y se presenta con una sonrisa serena:
   -"Me llamo Lorena, empiezo hoy a trabajar".
   -"Encantada, yo soy María".
Intercambiamos algunas frases de bienvenida y nos sentamos cada una en su puesto.



domingo, 15 de septiembre de 2019

Lenguaje neurológico

-¿Me rompiste el corazón? ............ 
-No; te activé el giro del cingulado.

-¿Está cagado de miedo?
-No; tiene la amígdala tendente a la hipervigilancia paranoide.

-

miércoles, 15 de noviembre de 2017

CONSEJAS A LOS CANDIDATOS Y CANDIDATAS


CONSEJAS A LOS CANDIDATOS Y CANDIDATAS

¡Rayos y centellas me partan! si, en teniendo yo la sabiduría de la experiencia por mi luenga edad, no tuviera valentía para dar consejas a los Candidatos y Candidatas con deseos de alcanzar la Presidencia del Gobierno de España.

Las miles y miles de batallas ganadas, dan a mi ánima empuje para dar consejas y recomendaciones que pueden orientarles en la gran batalla que se les acerca. Consideren vuestras mercedes la gran responsabilidad que caerá sobre quienes rijan, por legal criba de cedazo, el manejo de la que es grande Patria (mi patria).
Huyan pues, en primer lugar, de los fracasos anteriores de otros Gobiernos, fabricados por la monotonía, que “en comiendo siempre el mesmo manjar, muévese en rebeldía la panza. Ansí como las canas de luengo pasado, aportan malos olores y peores sabores por el cansancio que fabrica el paso de los años.

(“Señooor! ¡Señor D Quijoteee”!-- terció Sancho, aprovechando el respiro de su amo, que con tanto ardor hablaba-- “Tengo para mí que os equivocáis, pues dos veces habéis dicho “Candidatas”, siendo así que han de ser Candidatos”-- A lo que respondió Don Quijote:
“Cosas veredes, Sancho, ¡cosas veredes!

Que en teniendo afan de saberes ellas y cuido de enseñar ellos, los Candidatos, tiempos vendrán
para tomar asiento al lado dellos porque inteligencia no les falta. Se me alegra mi ánima sólo pensando ver a mi señora Dulcinea con tal título... y a Maritornes... y a tu Teresa Panza y a...” – “¡he, he! Alto! Mi señor Don Quijote, que mi Teresa Panza será gobernadora por ser yo, su esposo, Gobernador de la insula barataria que me tenéis prometida.”

En este punto, Don Quijote mostrose molesto, requiriendo a Sancho prudencia en asuntos tan importantes como era el de las consejas. Y siguió hablando dellas como sigue:.)

Sean vuestras mercedes benévolos por esta interrupción y ¡Válame el Cielo! ser complacidas vuestras mercedes en recebir mis consejas, las cuales consejas facen gran provecho a los Gobiernos.

¡Voto a tal por el empeño de ser comprendida la necesidad de nuevos vientos y huerta sana, que aportarán los barbilampiños ¡¡Voto a tal!!que no estorbará a los candidatos barbilampiños, (si los hubiere en la terna o “cuaterna”) y digo que no estorbará en su quehacer de mando, si sólo fueren barbilampiños en razón de la edad. Así pues, téngase como seguro que en teniendo la madurez inteligente y la intelectual juntas facen gran avio ambas dos y no será la edad, “piedra en el camino” que entorpezca la dirección que es menester, en tanto se presenten problemas de gran altura, tales como gigantes (que no molinos).

¡Por Belcebú juro! el gran provecho que facen las seseras bien avenidas con los pensamientos en favor de todos los gobernados.

Tened cuido de Malandrines y villanos que, siendo la mesma especie no facilitan el mesmo reconocimiento, por ser unos bien trajeados en lana merina y otros en blusón largo de percal y pantalón de pana. Mas, en tanto uno dellos , dé palmaditas en la vuestra espalda en tono de amistad, sonrisa agradable y traje de merina...¡tate! Ese es Malalandrín con afanes de llenar el zurrón propio en cargos pretendidos.'Ojo avizor habréis de tener con él!

Asimesmo, tengan cuido en cumplir todas las leyes justas que en voluntad y lógica favorezcan a quienes más las necesite como son los sin pitanza, los sin salud, los sin techo, los sin trabajo, los ignorantes del saber y déjese para mejor bonanza de vacas gordas, los brillos de ferias ,de carnavales,viajes de turismo, cenas de galas etc.

Sean vuestras mercedes, amigos de todos, no de algunos, nunca de cuatro, o de cinco, o de tres, o de dos y ¡jamás de uno solo! Sean discretos en el viajar a todas las “españas” menos a Canarias, adonde puede levantar sospecha de buscar apañamiento de compañía. Si fuera forzoso el viaje, hágalo con su esposa, la cual debe renunciar a regalos y reunir prendas morales en su valer, como honesta,  sincera, discreta, callada, sencilla, bienhablada, cauta, prudente y cristiana.

Por final ¡Pluga al Cielo!sed humilde con los humildes, recibid a todos con la educación propia de los biennacidos, pero sed altaneros con los altaneros, que no debe nadie, y menos un español, menospreciarse nunca ante la exigencia de quien pide lo que no se le puede dar: EL HONOR


reinamadre33@Gmail.com

En Melilla 16 de noviembre del año de la “prosperidad”

ja-ja-ja-

16/11/2015

lunes, 6 de noviembre de 2017

EL SER COMPLEJO FENOMÉNICO


Manuel Aguirre Rodríguez

El materialismo dialéctico ante la ciencia de hoy


FILOSOFÍA SOBRE LA SUBJETIVIDAD
DEL SER COMPLEJO




PRÓLOGO


   Manuel Aguirre Rodríguez ha resumido sus reflexiones filosóficas en este libro después de mucho pensar y ahondar en ellas. El autor va desgranando una serie larga de reflexiones concatenadas, partiendo del más puro materialismo para llegar a la existencia del mundo espiritual. Es la osadía de un hombre culto y creyente que plantea un combate dialéctico desde el lado más espiritual para llegar a la conclusión de que lo material no explica todo y exige la existencia de lo espiritual, confirmando valores positivos y eternos: el bien, la ética, la evolución y el afán de perfeccionamiento del ser humano. La vida humana cobra sentido y desaparece la angustia de la Nada. 
   La evolución permanente de la materia nos lleva a lo Absoluto y toda paralización retrasa este feliz encuentro. La ley de la materia contiene un impulso incontenible que impide que se pare el progreso  hacia la perfección.
   Las aplicaciones a la vida que concluye Manuel son de una profunda sabiduría humana y social. Las desviaciones positivas que pueden darse son origen de cambios sociales. Pero una revolución prematura, forzada por un grupo minoritario, sin aceptación de la mayoría, fracasa y provoca el retroceso hacia posturas anteriores y hace más difícil superarlas.

   Las religiones que son fieles a su origen pueden ser fuentes de progreso. Será lo contrario, si caen en el fanatismo y en la intransigencia o si se les manipula en aras de otros intereses. Cierta concepción moral que en un primer momento fue factor de progreso, si permanece estática y se niega a actualizarse, se puede convertir en algo negativo. Lo que no lleva consigo relativizar la moral, sino tener en cuenta que siempre se puede  centrar mejor  o perfeccionar.
   La materia es determinista, amoral, mecánica y no tiene conciencia del bien y del mal; ni puede revelarse contra las situaciones injustas y explotadoras. Todo esto demuestra la existencia de un "yo" personal distinto de la materia. "Yo" que permanece siendo siempre el mimo sujeto, a pesar de la destrucción constante de los átomos que componen el cuerpo material al que está ligado y que deja de ser el mismo constantemente.
   La conciencia exquisita y sensible de Manuel le impulsa a dirigirse a Dios con la siguiente oración que brota de su corazón profundamente creyente.
   
        "Padre nuestro que estás en los cielos y que estás en lo más
     íntimo de mi ser; en mis más profundos pensamientos; en
     aquellas capas más recónditas de mi subconsciente. En los
     profundos abismos de mi mente, donde pululan como fantasmas
     pensamientos que casi no son míos, unidos a mí por tenues 
     hilos invisibles, tal vez de luz, donde mi voluntad y mi 
     inteligencia no son capaces de llegar: allí eres Tu dueño y
     gobiernas Allí eres Tú, más Tú que yo. 
        Quiero decirte que Tú lo sabes todo, que nunca podría
     engañarte, dios mío. Pero me engañaría a mí mismo si no
     reconociera el miedo que me ha invadido; el profundo respeto 
     que he sentido antes de entrar en el "Santo de los Santos" que a
     mí se me figuraba ser este investigar, este buscar la verdad, esta      ansia de Ti. ¡Como el ciervo suspira las fuentes de agua viva!
        Porque Tú eres la Verdad. Y creo que te he buscado a Ti,
     Verdad. A Ti, Dios mío, con la más profunda sinceridad , sin
     que me mueva ningún motivo de aquí abajo.
        No sé si Te he encontrado, pero sí Te he buscado.
        Ha sido mi camino la Sagrada Biblia.
        En ella está Tu Palabra Santa y tu palabra es la Verdad.
        Allí habla Moisés inspirado por Ti.
        Allí habla Isaías con labios purificados por un serafín de
     Dios, con un carbón encendido.
        Allí habla Tu propio Hijo.
        Allí hablan los Apóstoles, que recibieron en el Cenáculo la
     gracia del Espíritu Santo.

         Si la verdad no ha penetrado en mí, si no Te he encontrado,
     entonces no soy "limpio de corazón". ¡Triste de mí! No soy de
     aquellos bienaventurados que verán a Dios.
        Te suplico, Señor, que si en mí no está la verdad, no permitas
     que este trabajo llegue a manos de los hombres. Tú, que todo lo
     puedes, ¡destruye esta labor de muchos días! ¡Apiádate de mí,
     pero castígame a mí, sólo a mí! ¡No permitas que yo sea motivo
     de escándalo  o causa del mal!
        Si, por el contrario, he tenido la dicha de encontrarte, si
     cuanto aquí digo es la Verdad, si Tú lo crees bueno; si su
     conocimiento va a redundar en un mayor acercamiento de los
     hombres a Ti, en una fe más encendida, en un culto más puro y
     espiritual y por él, Tú vas a mirar con ojos de misericordia al
     mundo, yo te suplico, Dios mío, que BENDIGAS este trabajo
     más Tuyo que mío y lo pongas en manos de los hombres de
     buena voluntad"

                                        MATÍAS CASTAÑO (sacerdote)                

     Partiendo del materialismo, teniendo en cuenta la ciencia actual y su visión de la constitución atómica de la materia, y bajo el reconocimiento filosófico de que los seres complejos carecen de realidad objetiva, es preciso admitir en el "YO" humano una naturaleza distinta a la misma materia.








"EL SER COMPLEJO FENOMÉNICO"


         Unas aclaraciones previas



     Las ideas que dejo aquí expuestas, fruto del pensar de muchos años, las he redactado con prisas de última hora, por lo que reconozco que este trabajo escrito no se corresponde con la madurez de los conceptos que en él se contienen. Por ello ruego al lector que considere sólo el contenido, disimulando benévolamente la calidad de la redacción, así como el planteamiento estructural de este ensayo.

     Porque es sólo un ensayo dada su reducida extensión y su presentación casi esquemática. Sin embargo las ideas recogidas podrían servir de fundamento a una extensa y completa síntesis filosófica, trabajo para el cual no me creo capacitado.

     Tanto aceptando la existencia de la "cosa en sí", como negándola, estas teorías mantienen la entidad necesaria de un "YO", de naturaleza distinta a la materia, con esencia de "ser" real, simple, estable, imperecedero.

     Bajo este concepto de existencia subjetiva, nouménica, del ser pensante, que creo demostrar con suficiente rigor científico, un mundo distinto y esperanzador se abre al hombre.

     La vida terrenal no resulta definitiva, pero sí altamente trascendente. El mundo fenoménico, campo de las sensaciones y relaciones vitales, no tiene realidad objetiva, pero en este mismo medio la determinación volitiva del ser humano es responsable por la propia entidad inmutable del "YO".

     El sustantivo "absoluto" que esta filosofía reconoce en las cosas y acciones relativas, cambiantes, superficiales, confirma como valores positivos y eternos el bien, la ética, la evolución y el afán de perfeccionamiento del ser humano.

     La angustia de "la nada" y las sombras de la muerte, que pudieran atormentar a un Heidegger, desaparecen: la vida humana cobra sentido y la esperanza sustituye a la angustia.

     Jamás fue mi propósito buscar estos beneficios. Nunca me planteé el problema de encontrar solución a la angustia del mundo actual. Como filósofo autodidacta y temperamental, he buscado sinceramente, apasionadamente, la verdad, únicamente la verdad, por triste que pudiera ser.
     La idea del ser complejo fenoménico, así como la de un noúmeno básico, "logoi spermaticoi", que lo origina, hacen necesarios nuevos planteamientos a múltiples cuestiones, todas las cuales no han podido ser tratadas en este breve trabajo. Sin embargo, al tocar algunos de los problemas que he creído principales, puede suponerse ya el sentido positivo de las soluciones, bajo estos principios. Asimismo puede observarse que muchas conclusiones son coincidentes con teorías filosóficas anteriores que partieron de otros distintos postulados.

     Esta filosofía se caracteriza por su total oposición al nihilismo, que hoy amenaza con invadir las conciencias, aniquilando todo valor y destruyendo la filosofía misma.
     También debo aclarar que he tratado, en lo posible, de huir de una forma de expresión dificultosa u oscura, sólo inteligible para el iniciado, ya que la filosofía debe llegar a todos los hombres, puesto que es fruto del hombre para el hombre. Si se quiere hacer de ella una ciencia útil, como de suyo lo es, debe ser asequible a una gran mayoría.
     La profundidad y sutileza propias de la filosofía pura, hace necesario, las más de las veces, el empleo de un lenguaje técnico. Pero no podemos perder de vista que la dificultad de los temas debe ser combatida con la claridad de la expresión y la sencillez de la explicación. Debido a estas intenciones y debido también a que este trabajo originariamente se dirigía a personas no profesionales de la filosofía, el experto encontrará, sin duda, una cierta simplicidad que puede parecerle vulgaridad de expresión y repeticiones innecesarias para él.
     Ya es un deber buscar la verdad y exponerla, si se ha creído encontrarla o acercarse a ella, pero si de esa verdad se deduce un bien para todos; si abre las puertas a la confianza y le da un sentido a la vida, elevando la dignidad humana, se hace mucho más necesario darla a conocer.
     El supremo valor del "Yo" reduce a un segundo plano las capacidades corporales, fortaleciendo el sentido de igualdad fundamental entre los hombres.
     Incluso las diferencias biológicas entre el hombre y la mujersólo tiene un valor meso cósmico (un valor relativo).
     Por todo ello, esta filosofía puede ser motivo de progreso y de una evolución positiva.
     Como ella afecta muy directamente a la materia y trata de entender qué cosa sea la naturaleza más íntima de sus átomos, es por lo que estimo adecuado partir del materialismo. Sin embargo no es el materialismo la cuestión primordial en este ensayo, sino el estudio del "ser complejo fenoménico".  
     Esta teoría sostiene que no es verdadero ser o ente la cosa que no tenga verdadera unidad, que no tenga unidad en sí misma, sino que siendo un complejo o conjunto de unidades, la mente lo percibe como una unidad conceptual.
     En la Edad Media, con ocasión de la querella sobre los universales, ya se opuso el nominalismo y el conceptualismo a quienes consideraron el universal como un ente real; algo con una cierta semejanza a nuestro ser complejo, salvo que hoy aparece con unas consecuencias más profundas.     La filosofía clásica ya reconocía la unidad como una de las propiedades del ser. Sólo el ser que es uno, es verdadero ser. Un ejército, por ejemplo, es conceptualmente una unidad, pero un concepto más puro de unidad nos llevaría a pensar que la verdadera unidad está en cada una de las personas que lo forman, sean oficiales, soldados o jefes. Este ejemplo puede darnos una idea más clara de cuál es ese ser verdaderamente "uno" que tratamos de encontrar, pues todas las cosas que conocemos pueden ser divididas en partes que vienen a formar, por sí mismas, otras tantas unidades, las cuáles se acercan más al verdadero ser no complejo.
     Como resulta que todo ser, que toda sustancia corpórea es denominada "materia", y la materia se compone de átomos, ninguna cosa perteneciente a este mundo material y tangible, puede ser considerada como ese ser verdadero y unitario.
     Posteriormente la ciencia ha demostrado que tampoco el átomo es unitario, pues se compone de otras partículas, de las que se descubre cada vez mayor número y cuya pequeñez nos asombra. Algunas son de masa nula. Si "la cosa en sí", el noúmeno, está en la materia, debería ser una de esas partículas, pues suponemos que ellas no se componen de otra cosa y son indivisibles.
     Se me ocurre que una de esas partículas que componen mi cuerpo fueran yo.
     Digo "una" porque si la inmensa cantidad de partículas atómicas que componen mi cuerpo fueran yo, me sentiría una multitud. Yo no sería "uno". En 1915 Einstein había demostrado matemáticamente la equivalencia de la materia y la energía, y que una podía transformarse en la otra. actualmente en los laboratorios se consigue la desintegración de la materia transformándose totalmente en energía. En la naturaleza existen unos cincuenta isótopos radiactivos.
     Pero ¿hemos meditado en lo que significa esa desintegración? Desaparece totalmente la materia para convertirse en energía, en una fuerza, un poder, un movimiento sin soporte material. Una "nada" que se mueve. Y como tal energía también tiende a desaparecer, no sabemos si es que deja de existir absolutamente o si entra en una distinta dimensión desconocida. 
     Más adelante se verá que nuestro "YO" -quedará demostrado filosóficamente- ha de ser de una sustancia distinta a la materia que conocemos.


EL MATERIALISMO DIALÉCTICO
ANTE LA CIENCIA DE HOY

Es preciso partir del materialismo.

     Para el idealista Berkeley las cosas sólo existen en forma de sensaciones; jamás podremos, según él, tener certeza sobre la realidad objetiva. Nadie podrá asegurar que una determinada sensación corresponda a un objeto real. Según esta teoría, puede que estemos siendo víctimas de un perenne engaño; nuestra propia existencia sería un producto fantástico de nuestras sensaciones, y ser totalmente falso el mundo que nos rodea y nuestro cuerpo viviente.
     Esta postura negativa, anuladora de toda ciencia humana, forzosamente debió encontrar oposición. Su antítesis radical es el materialismo, el cual afirma que sí es posible conocer este mundo, la cosa en sí, y que nuestra concepción del mundo exterior puede ser cada vez más perfecta y conforme con la realidad, gracias a la ciencia.
     Yo soy materialista por cuanto parto de este principio esperanzador, antitético del idealismo. Sin embargo creo que ante un estudio serio de la materia que forma nuestro universo, haciendo uso de los conocimientos científicos actuales, y aún muy elementales, no resulta posible sostener que sea esa misma materia la esencia y la existencia íntima de un ente consciente e inteligente.
     De la propia doctrina del materialismo dialéctico se deduce su completa subordinación a la ciencia: "El materialismo depende en absoluto de la ciencia" (G. Politzer). Pero el avance normal de ésta con respecto a los conocimientos de la estructura interna de la materia, y especialmente al conocerse la desintegración total del átomo para convertirse en energía "sin materia", amenazaba con presentar tantas dificultades a un concepto puramente materialista del mundo, que resultaron de suma utilidad las aclaraciones de Lenin, sutilmente previsor:
     "Porque la única propiedad de la materia, con cuya admisión está ligado el materialismo filosófico, es la de ser una realidad objetiva".
     Es decir, ya no se precisa que la materia sea concebida según el concepto clásico de materia. De tal modo está dispuesto Lenin a darle consistencia y supervivencia al materialismo que defiende, por encima de cualquier sorpresa científica que pudiéramos decir que "desmaterializa" el concepto de materialismo. De tal forma amplía y abre la idea de materia que, aun cuando la ciencia llegara a demostrar que todo el universo está formado por una sustancia espiritual, ella sería la realidad objetiva, y el materialismo se habría salvado de todas formas.
     Este modo de concebir la materia no es más que la negación de la doctrina del idealismo. Pero también la metafísica, tan drásticamente repudiada por el materialismo, supone la negación de la doctrina idealista, pues acepta la existencia de una realidad objetiva. Pero el materialismo asegura que la realidad no es otra cosa que la materia conocida, no importa cuál sea la naturaleza esencial de ella, pero sin admitir otra naturaleza distinta en el universo. La materia podría, incluso, ser de naturaleza espiritual, en cambio niega de forma absoluta la existencia de esa materia juntamente con existencia espiritual. ¿Por qué?  Ningún argumento con razón suficiente se opone a la posibilidad de que una naturaleza espiritual se configure unas veces como materia y otras no, ni a que coexistan las dos naturalezas, la espiritual y la material.
     Las tendencias materialistas encontraron la piedra "filosofal" cuando la ciencia enseñó que la materia estaba en constante movimiento. Si la materia, ella misma se mueve por impulso intrínseco, no necesita que "algo" la mueva. No se mueve por un impulso exterior, luego no hace falta el espíritu.
     Pero la ciencia encuentra hoy en el seno de la materia una energía, no una cosa que se mueve, sino "movimiento". Al científico de hoy debiera asaltarle la misma duda que al metafísico, que admitía la existencia del espíritu en razón de la necesidad de una causa del movimiento. La ciencia actual se encuentra ante la misma incógnita a pesar de su progreso o, precisamente, a causa de él. Ignora qué cosa es esa energía, no encuentra qué es lo que se mueve, ni siquiera sabe si se trata de "algo". Desconoce la causa de ese moverse constante de "nada". Sabe que hay allí una fuerza pero no aparece nada que tenga esa fuerza, como si esa fuerza la tuviera un espíritu invisible.
     Hoy existe, principalmente en los medios científicos, horror a la palabra "espíritu". Pero la existencia de esa energía sin materia, inexplicable, reclama, ahora más que en ningún momento, el ser de una causa o motor, hasta ahora desconocido, de naturaleza tal que no es captado por los sentidos de un cuerpo material como el nuestro. Aparece el fenómeno sin el noúmeno y ello evidencia un mundo más espiritual que material. Cabría decir que se ha descubierto la naturaleza espiritual de la materia.
     La aparición de núcleos negativos con electrones positivos, ha demostrado que la materia no existe, pues la misma "antimateria" puede aparecer como existencia.
     Veamos algunos interrogantes que nos plantea la ciencia de hoy: -lo entrecomillado es copia literal de textos de física-.
     "el gránulo de electricidad positiva o electrón caracteriza toda la masa del átomo de hidrógeno, cabe preguntarse si el protón es materia o electricidad". La masa es la carga positiva del núcleo. "Podemos, pues, representar al protón por un punto de donde divergen líneas de fuerza electromagnéticas". "El electrón sería un corpúsculo" elemental de naturaleza electrónica negativa, que ya no es materia alguna, sino un gránulo de energía y que sólo puede representarse como un punto hacia el cuál convergen fuerzas electromagnéticas". Se refiere a un punto en el espacio, no a una sustancia material que se pudiera considerar infinitamente pequeña. El electrón ha sido definido como un cúmulo de energía que "ya no es materia alguna".El protón es un lugar del espacio, un punto donde, al parecer, no hay nada, "de donde divergen líneas de fuerza". Parece que sólo existe electricidad o electromagnetismo. La materia, tal y como clásicamente la hemos concebido siempre, ha desaparecido. La ciencia enseña hoy algo incomprensible para nuestra mente: el movimiento sin un ser que se mueva. Accidente sin sustancia, energía sin materia. Pero cabe preguntarse si no le ocurrirá a la ciencia como a nuestros sentidos, que su limitación le impide llegar a la realidad objetiva de la materia. La desintegración de un gramo de materia es la conversión de esa materia totalmente en energía, con un valor de 900 trillones de ergios aproximadamente, según la fórmula de la energía de Einstein.
     Nuestro concepto de materia era falso, sólo existe la fuerza, el movimiento. Existe un ente energético sin que pertenezca a un objeto; existe el fenómeno sin sustancia o es preciso admitir una sustancia no material, es decir, espiritual.
     Las perspectivas para el futuro se presentan como una vuelta a la espiritualidad. Una espiritualidad científica.
     Si a pesar de existir las mismas razones de otra época para concebir la existencia de un ente de naturaleza distinta a la materia sensible, predomina hoy una mayoría que opta por una concepción  materialista del universo, se debe a una fase transitoria de materialismo en el proceso evolutivo de la mentalidad humana. No puede deberse a una razón lógica, pues si antes se admitía el espíritu como motor necesario de la materia que creíamos "inerte", hoy tendremos que concebirlo como agente invisible e intangible de la energía, so pena de aceptar un mundo meramente fenoménico.
     Creo que una revisión, que cada vez se hace más necesaria, de la visión filosófica de nuestra existencia, después de la problemática idealista-materialista, reforzará una postura nueva de equilibrio entre estas tendencias extremas, y ello sin que sea necesario recurrir al término medio de un agnosticismo poltrón.
     Partiendo de la tesis materialista de que las percepciones sensibles se corresponden con la realidad objetiva, de forma más o menos imperfecta, y de que la ciencia es capaz de ir acercándonos al conocimiento de la cosa en sí, haremos aquí un estudio de la perspectiva filosófica que actualmente la ciencia ofrece.
     Si la base del materialismo dialéctico es la ciencia, y ésta no presenta un panorama del universo cerrado y definitivo sino en constante evolución hacia una identificación entre el conocer de nuestra inteligencia y la propia realidad que nos rodea, supone que la propia concepción materialista del mundo debe ser objeto de constante revisión y comprobación. de constante revisión y comprobación, de conformidad con la visión científica de cada momento histórico.
     La gran aportación del materialismo filosófico está en no aceptar postulados definitivos, dogmáticos como consecuencia de la convicción del proceso de cambio constante de las cosas.
     Hume decía que “sólo conocemos a través del cauce de los sentidos, imagen o percepción, no siendo capaces de establecer una relación directa entre la mente y el objeto”, y añade como axioma definitivo y absoluto: “nunca conoceremos más que las apariencias de las cosas, es inútil tratar de conocer su naturaleza real”. Aquí, lo antifilosófico está en el dogmatismo negativo, pues es cierta la limitación de nuestros sentidos, pero no es cierta su inutilidad absoluta, ni que la inteligencia del hombre no pueda llegar a encontrar los medios de ampliar, más allá de los propios sentidos, nuestro campo cognoscitivo. La ciencia humana, en sí limitada, no tiene limitado su avance hacia la vedad.
     Tal vez el error del hombre esté en que toma siempre posturas radicales y extremas.
     Por la parte contraria, el materialismo define de modo “absoluto” la relatividad de las cosas. Presenta como un dogma infalible su antidogmatismo, su negación del absoluto.
     “Esta filosofía dialéctica acaba con todas las ideas de una verdad absoluta y definitiva y de un estado absoluto de la humanidad, congruente con aquella. Ante esta filosofía no existe nada definitivo, absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de caducidad y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del devenir y de lo transitorio”. (F. Engels.- L. Feuerbach)
     Con esta negación de lo absoluto que proclama Engels, él mismo resulta ser absolutista y dogmático. Tendría que haber añadido:  “únicamente existe como definitivo y absoluto este principio mío de la relatividad y cambio de las cosas”. Pero si este principio resulta ser absoluto ¿Por qué afirma que otra cosa no puede serlo?
     Pero también tenemos que, al existir, según Engels, un “proceso ininterrumpido del devenir y de lo transitorio” ya existe otra cosa definitiva y absoluta, en cuanto a constante; pues lo que es “ininterrumpido” es absoluto. Al menos Engels lo consagra como absoluto, en contradicción consigo mismo.
     Y aún hay más: ese constante cambio de las cosas que no se interrumpe jamás, obedece a leyes fijas, inmutables, absolutas, que hacen que ese proceso no se interrumpa, sino que se mantenga constante en su trayectoria de cambio y transformación. Esas leyes pueden ser desconocidas para nosotros, podemos ignorar las causas de su existencia, pero sabemos que son invariables, y que los mismos cambios se operan bajo una normativa constante, produciendo siempre los mismos efectos aquellas mismas causas. Cambia el capullo para convertirse en flor, cambia la crisálida para transformarse en mariposa; pero vemos que jamás se convierte una crisálida en flor o un huevo de paloma en cría de elefante.
     Vemos, pues, cuántas cosas hay que considerar como inmutables dentro de la misma negación engelsiana de lo absoluto. Se contradice como los sofistas atenienses que negaban la existencia de la verdad. Sócrates les replicaba diciendo: “si la verdad no existe, resulta ser falso vuestro principio que proclama la no existencia de la verdad”.
     Nosotros podríamos decir a Engels: “si todo es relativo, tu afirmación es relativa o sólo es cierta relativamente.
     Más bien deberíamos decir que toda cosa relativa, lo es con respecto a otra y viene a encontrarse una cadena o red de cadenas de relatividades que descubren al final un absoluto.
     Pongamos un ejemplo: la cerveza es buena para Enrique, pero puede ser que para Emilia no lo sea tanto, o incluso sea mala. Si buscamos el bien absoluto en cosas relativas, como tomar cerveza, asomarse por la ventanilla del tren o a invitar a alguien a una fiesta, desde luego no lo vamos a encontrar, porque ante la pregunta de si está bien o mal, si debemos hacerlo o no, la respuesta será casi siempre “depende”, “según” o “eso es relativo”. En el caso de la cerveza, lo bueno sería dársesla a Enrique y no dársela a Emilia. Vemos, pues, que la afirmación “la cerveza es buena” es una afirmación relativa. Pero nuestra decisión de a quién dársela se rige por el principio, mucho más absoluto y general, de “la salud es un bien para todos, es algo deseable”.
     El bien sigue existiendo pese a la relatividad que hallamos en las cosas. O dicho de otro modo más preciso, ante una idea relativa siempre encontramos una ley o principio que la regula y por el cual decidimos cómo, cuándo y en qué condiciones es conveniente o no, por ejemplo, asomare a la ventanilla de un tren.
     Pero esta doctrina que, negando lo  absoluto, confirmaba la movilidad y continuo cambio de las cosas, lo que fue posible gracias al descubrimiento de las fuerzas internas de la materia, tenía un objetivo final: demostrar que cuanto existe es materia, materia en movimiento.
     “En el universo no hay más que materia en movimiento, y la materia en movimiento no puede moverse de otro modo que en el espacio y en el tiempo”. (Lenin)
     He aquí otra afirmación dogmática y absoluta: “en el universo no hay más que materia en movimiento…” Lo dice pero no explica la razón que le lleva a esta conclusión. Esto no puede ser llamado filosofía. El materialismo no es más que una afirmación dogmática. Son opciones personales dictadas en forma de dogmas.
     La dialéctica emplea argumentos, silogismos, etcétera, porque, para que algo pueda ser considerado filosófico, debe estar razonado.
          El empirista David Hume dice que lo único que conoce son las sensaciones de sus sentidos, que supone que éstas transmiten algo que, al menos, se parezca a la sustancia, a la realidad objetiva. Pero nunca podrá asegurarlo porque no tiene otro medio que esos sentidos. Si ellos le engañaran no tendría modo alguno de descubrirlo. Comprendo que Hume se sitúa en una posición demasiado radical, pero queda reflejada la postura a la que la ciencia filosófica debe llegar con las armas de la duda. Entonces Engels resulta en el extremo opuesto cuando dice:
     “El pensamiento y la conciencia son productos del cerebro humano y el mismo hombre no es más que un producto natural“.
     ¿De dónde obtiene Engels esa seguridad? La filosofía exige unas razones que le lleven a esa afirmación, o mejor dicho, a esas afirmaciones, pues ha expuesto dos. Como no son evidentes por sí mismas, necesita razones que las avalen. Yo, que no acepto la teoría idealista, debo reconocer que hay más dialéctica en el razonamiento de Berkeley que en las afirmaciones absolutistas del materialismo.
     Sin embargo, concedo que es preciso partir de la observación objetiva y de la materia misma para llegar a una filosofía científica actual. Creo que la filosofía debe ser una ciencia siempre abierta y en evolución, verdaderamente dialéctica, no dogmática. Acepto la evolución y el progreso; el constante cambio de las cosas que conocemos como objetos o seres complejos materiales; y creo que la misma inteligencia del hombre se perfecciona y adquiere cada vez mayor capacidad. De aquí la necesidad de la revisión de toda teoría o filosofía. Estoy convencido de que la ciencia, en su avance y con sus últimas aportaciones, perfecciona la filosofía y que ambas colaboran acercándonos cada vez más al conocimiento de la verdad.

El mundo mesocósmico
     Para llevar a cabo este estudio deberemos valernos de los sentidos. Nuestro trabajo puede que no tenga fuerza de convicción para un idealista puro, pero sí para los materialistas. No obstante diríamos al materialista: “no vamos a usar sólo los sentidos, sino también la inteligencia”. Las sensaciones llegan a nosotros como datos del exterior que nos sirven de base para razonar, pero ellas mismas no son, por sí solas, capaces de razón, ni pueden, sin más, hacernos llegar el conocimiento. Emplearemos también el instrumento de la experiencia, la voluntad, el raciocinio; no únicamente los sentidos.
     Si concentramos nuestra atención en una estrella, veremos un punto luminoso, pequeño. Pero si nos acercáramos a gran velocidad a esa estrella la iríamos viendo paulatinamente de muy distintas formas, hasta llegar un momento en que su aspecto en nada se parecería al primer punto luminoso. El mundo que habitamos, nuestro planeta Tierra, tal como lo podemos ver, desde su superficie, donde nos encontramos, nos ofrece una imagen que no tendría el menor parecido con la que presentaría si lo observáramos desde el planeta Marte. Un gran edificio visto a gran distancia, podría parecer un punto oscuro. De cerca podemos fijarnos en uno de sus ladrillos. Ahora bien, ¿es realmente ese ladrillo tal como lo vemos? ¿No nos parecería totalmente distinto si pudiéramos ver su estructura interna, sus átomos? 


     Debido a las limitaciones de nuestros sentidos, no podemos tener una visión global del universo, es decir, no podemos tener una visión macro cósmica de la realidad. Tampoco podemos ver el mundo de los microbios, de los virus o de los átomos. La visión micro cósmica nos está vedada.
     Nos valemos de los instrumentos científicos para acercarnos a la realidad macro cósmica y micro cósmica, pero aún resultan insuficientes para darnos un conocimiento perfecto de la realidad de esos campos impenetrables.
     Esto nos demuestra que la imagen o representación mental de las cosas exteriores, las cuales nos llegan mediante los sentidos está condicionada a ciertas limitaciones que nos impiden conocer la realidad. Esa visión imperfecta, no rigurosamente exacta, forma nuestro mundo de relación, es para nosotros la realidad más inmediata, pero no la realidad objetiva. Sin embargo la ciencia, como la filosofía, no pueden quedar reducidas a esos límites. Precisamente el hombre se vale de ellas como instrumentos que le permiten traspasar la barrera de las limitaciones sensuales.
     Esa visión intermedia, limitada y subjetiva, de imágenes que no coinciden objetivamente con la realidad, viene a constituir nuestro mundo meso cósmicos. Ese meso cosmos no puede ser la realidad científica, ya que la ciencia busca la verdad objetiva y el meso cosmos no es más que el producto de la infidelidad entre el objeto mismo y su representación en nuestra mente.

     A  mayor distancia, refiriéndonos al sentido de la vista, el conocimiento es menos perfecto, la infidelidad entre la cosa y la imagen mental es mayor. Entonces la investigación más cercana, el análisis más íntimo, nos acercaría más a la esencia material del objeto. La realidad material de las cosas está en el interior del átomo, cuya existencia conocemos por la ciencia, está en el mundo microcósmico que no vemos y que es totalmente diferente de la apariencia meso cósmica.

     La distancia del electrón al núcleo o protón, según enseña la física nuclear, viene a ser 100 millones de veces el tamaño del núcleo. Estos espacios intraatómicos son comparables a las distancias que separan a los planetas, en relación con sus tamaños. Se ha comprobado que existen iones que lanzados contra una masa de materia atraviesan más de 100.000 átomos antes de chocar con el núcleo de  uno de ellos. Se dice que si pudieran eliminarse todos los espacios vacíos que hay en una tonelada de piedras, quedaría reducida al tamaño de la cabeza de un alfiler. Bohr considera a los átomos como sistemas planetarios en miniatura.
     Puede decirse que en un centímetro cúbico de una materia cualquiera, hay un mínimo de 54 trillones de átomos. Si en el átomo, el vacío es considerablemente superior al tamaño de los corpúsculos elementales, piénsese en la infinita pequeñez de éstos.
     Es pues cierto que nuestros sentidos son incapaces de ofrecernos una concepción real de la materia que forma el universo, y que la ciencia nos facilita un conocimiento más preciso de la realidad.
     Cuando meditamos con detenimiento y en profundidad sobre ese mundo de los átomos, creemos contemplar un universo fantástico, inverosímil, imposible de concebir y de identificarlo con el estadio meso cósmico en que nos desenvolvemos. Sin embargo, ese mundo que nos parece de ciencia ficción constituye la realidad objetiva.
     La ciencia busca la parte simple, la unidad componente de aquella cosa que está integrada por algo; pues hasta que no se conoce la naturaleza del componente simple, no es posible saber sobre la esencia del ente integrado.
     En el universo hay cosas complejas y simples.

     El ser complejo
     Si tocamos un segmento de línea recta, por ejemplo, de un metro de longitud, decimos que tenemos un solo y único segmento; representando, por tanto, una unidad. No consideramos varios metros, sino uno solo; se trata, pues, de una cosa sola, de la unidad. Pero ese segmento de recta de un metro podemos dividirlo en diez partes y considerar cada decímetro de forma aislada. Entonces el segmento de un metro no es ya, para nosotros, una cosa sola, no es una unidad, sino diez decímetros.
     Ahora, para nosotros, la unidad es el decímetro. Si queremos podemos continuar dividiéndolo en centímetros, milímetros, etc. Y cada una de esas partes, cada vez más reducidas en su longitud, podrán ser consideradas como la unidad.
     Vemos, pues, que el concepto de unidad es aquí puramente subjetivo. Nos sirve en geometría para establecer ideas comparativas de dimensión, siempre relativas entre sí. No nos dan una “unidad” real objetiva.
     La unidad objetiva o unidad absoluta no podría ser considerada en ningún momento como diez unidades, sino siempre como una, pues considerando las cosas de modo absoluto y real, no subjetivo, todo ser es lo que es y no lo que no es, entonces lo que es verdaderamente uno no puede ser considerado como diez.
     La unidad objetiva material es aquella que no se compone de partes. Aunque la geometría clásica considera que el punto no tiene dimensión, para tener un criterio de unidad objetiva, o unidad simple, indivisible, es preciso concebir el punto como unidad infinitesimal, como unidad supuestamente indivisible. Decimos esto porque la suma de ceros no puede ser nunca igual a una magnitud longitudinal distinta de cero. Una suma infinita de ceros da siempre cero. Sin embargo, supuesta la magnitud "uno", como magnitud simple, indivisible, al sumarse infinitamente con otras unidades simples, sí darán una magnitud. El punto, así considerado, representa la unidad geométrica y es imagen del ser unitario simple, distinto de cualquier ser complejo.


     Considerar el punto como de magnitud cero, por lo que respecta a la geometría, equivaldría, en el mundo material, a decir que los seres u objetos del mundo que nos rodea están formados por partes simples que lo integran cuya magnitud y sustancia es cero, es decir, “nada”. Si los seres materiales estuvieran integrados por unidades simples de la nada, el ser complejo sería "nada", no existiría. De ahí que, si los seres materiales tienen realidad objetiva, las partes simples que lo forman, forzosamente son unidades y nunca "nada". Por ello decimos aquí que el punto es la unidad simple indivisible y nunca cero. Así, la línea tendrá longitud y además las otras dos dimensiones con magnitud unidad infinitesimal. De esa forma, puesto que el límite de una superficie es la línea, no resultará que ese límite, que decimos ser de la superficie, y por lo tanto debe pertenecer a ella, pertenezca al espacio, pues únicamente el espacio debe ser considerado de longitud cero o de cualquier otra magnitud cero. Pero si la latitud y la profundidad de la línea es cero, se da la paradoja de que el límite de una superficie no es superficie sino espacio; y esto es imposible y que si el límite de la superficie fuera espacio, sería el espacio el que tendría límite y la superficie carecería de él. Sin embargo el espacio sí es ilimitado.

     El ser complejo y la unidad indivisible
     Pasando ahora a las cosas materiales, imaginemos una montaña. Esa montaña se nos presenta como una unidad, como una cosa sola. Por eso decimos que hay una montaña. No dos ni tres. Sin embargo esa montaña que, para nosotros es "una", forma una unidad compleja. Se trata de una unidad subjetiva, pues la montaña es en realidad un conjunto de materiales diversos. Si arrancamos de la montaña una parte delas rocas que la forman y la transportamos a otro lugar, la montaña no deja de ser la montaña y sigue siendo "una". Pero si seguimos quitándole materiales y los llevamos a lugares distintos, llegaría un momento en que la montaña habría desaparecido. Pero aunque quedasen en su sitio algunos materiales, bastaría con que el conjunto de ellos hubiese perdido cierta altura, para que ya no fuese considerado como montaña. Ninguno de los elementos que, unidos, formaban la montaña, eran para nosotros una montaña, sino parte de ella. Nosotros tenemos el concepto de montaña, pero en la realidad, de forma objetiva, lo que es en sí la montaña, no existe. Lo que existe son los materiales que la forman. Si esos materiales están separados, el ser "montaña" no existe; si están juntos, sí que existe. Vemos, pues, que únicamente una relación de proximidad o separación determina la existencia o inexistencia de esa montaña.

     Si la simple relación de las distancias que guardan entre sí las partes produce en nosotros el concepto mental de existencia de un ser complejo, su existencia es puramente subjetiva. 

     Sería necesario considerar aquí los conceptos de separación o proximidad. ¿cuándo dos seres distintos están unidos y cuándo están separados? Al contemplar la ciencia la distancia que separa al electrón del núcleo atómico dice que están a enorme distancia uno de otro. Cuando contemplamos las nebulosas, las galaxias, en el firmamento, decimos que son conglomerados de estrellas. Vemos, pues, que los conceptos de separación o proximidad no son, en modo alguno, absolutos, sino relativos y meramente subjetivos. Luego si la existencia del ser complejo se debe a un concepto subjetivo, resulta que el ser complejo, como en el ejemplo mencionado de la montaña, no tiene existencia objetiva. 

     Sólo las partes del ser complejo tienen existencia real objetiva. Pero si, a su vez, las partes son seres complejos, tampoco tendrían existencia objetiva. Las hojas del libro, si están separadas, no consideramos a cada una de ellas como un libro. Cuando estas partes se unen ordenadamente, entonces forman el libro. El libro es, pues, una unidad subjetiva. Llamamos libro al conjunto de las hojas, es decir, al hecho de que estén unidas de una forma determinada (cubierta, tapa, lomo...); por tanto, un libro no es un objeto (un ente) sino un hecho, una situación, una forma de estar. Un concepto abstracto, en definitiva. El libro como unidad, como ser distinto de cada una de las partes, es mero concepto, no objeto. La existencia real está en las hojas, no en el libro.
     De lo dicho debemos deducir que todo conjunto de partes forma un ente complejo cuya existencia es conceptual o subjetiva.
     Ningún ser puede tener existencia objetiva si no es "uno". Pero nunca será verdaderamente "uno" si no es unidad simple. La unidad simple es la que no consta de partes. La unidad que consta de partes o que puede ser dividida, la que llamamos unidad compleja o ser complejo, no tiene unidad real, sino conceptual.
     Ahora bien en nuestro mundo meso cósmico la hoja del libro se nos muestra como unidad real, peo la ciencia nos demuestra que es también un conjunto de partes, un conjunto de átomos. Tampoco el átomo de la materia es “uno” ya que está formado por las partículas subatómicas.

     Tendríamos que considerar como unidad simple aquel corpúsculo de materia que fuese indivisible, no integrado por otras partes, el átomo filosófico; el átomo que llamaríamos ultérrimo o primordial. Tan sólo éste, la unidad simple, tendría existencia objetiva.
     La existencia del ser complejo es subjetiva, solo nos consta que es cognoscible para el ser pensante, para el «YO».
     El ser complejo, como ser subjetivo, ejerce funciones subjetivas, las cuales tienen valor solamente para el sujeto pensante y sólo y sólo para el mundo fenoménico del mesocosmos. Para un ser infinitamente pequeño que viviera en el interior del átomo, no significaría nada el movimiento, por ejemplo, de una biela de un motor, aunque el átomo que formara su mundo fuese parte integrante del material de la biela. Cuando todos los átomos o sus componentes elementales son continuo movimiento, nosotros lo ignoramos, conociendo sólo aquella forma de movimiento que tiene en nuestro medio un significado. No se mueve la biela, sino que los átomos que la componen toman una cierta forma dede movimiento conjunto distinto al que verificaban cuando la biela nos parecía inmóvil.
     La ciencia actual nos presenta a las partículas más simples que conoce, como partes integrantes del átomo, definiéndolas como unos cumulos de energía, de tal forma que no queda suficientemente claro si esa energía que se acu ula en u. Puntolauraonce11@gmail.com del espacio llega a ser sólo energia «energía», es decir, movimiento sin materia.
     El movimiento en sí, no essustancia, sino accidente, en un mundo materialmente considerado. La nada en movimiento es,  nconcebible en un mundomundo material. El movimiento no se concibele sin algo que se mueva. No puede haber accidente sin sustancia. Si nos empeñáramos en decir que una energía incorpórea es sustancia, tendria que ser, en cuanto a incorpórea, sustancia espiritual. En tal caso el mundo material no existiría. Es espíritu lo que existiría bajo la apariencia subjetiva de la materia.

viernes, 12 de mayo de 2017

Pintores

OBRA MAESTRA DE VAN GOGH: "Los Comedores de Papas"



"He tratado de enfatizar el hecho de que esta gente, al comer sus papas bajo la luz de la lamparilla, ha trabajado la tierra con las mismas manos con las que preparó su alimento, y eso deja ver además de sus labores con las manos, la forma honesta en la que se ha ganado el pan". 
Vincent Van Gogh, pintor holandés impresionista, siglo XIX.

jueves, 27 de abril de 2017

Fotos










BONITA FOTO DE MI DEPARTAMENTO DE INGLÉS






Mis "pinitos" CON LA APLICACIÓN PAPERONE

"La belleza entra directo en tu proceso cognitivo. La belleza no necesita intermediarios. Cuando estás frente a una pieza que es bella, de inmediato la asimilas. No necesitas que nadie te lo explique.Ya después puede crecer tu experiencia si te informas de qué es eso o lo que sea.
Pero si tú estás frente a una obra que para que tú la aprecies como arte, necesitas que te lo expliquen, que te lo impongan, que te menosprecien, que además te digan: "es que si no te gusta es porque tú no entiendes"; que no es porque el artista esté equivocado y no supo crear algo que fuera capaz de comunicar y transmitir belleza; y que el artista es infalible, que la equivocada eres tú... no estás frente a una obra de arte. Es un timo simplemente".

Avelina Lésper, crítica de arte.











LA HABITACIÓN DE ARLÉS (COPIA)

"A mi parecer a menudo soy rico, no en dinero sino porque he encontrado mi obra, algo por lo que vivo con todo corazón y da inspiración y significado a la vida". 
                                                  Van Gogh, 1883




VENTANA PENDIENTE





ANTIRRELOJ DE FLOR





ETERNIDAD





SALITA






BIEN TORCIDO



















DESBORDADO



MATERIAL ANTISÍSMICO






COCINA





 UNA MIERDA DE VENTANA






VENTANA SINIESTRA

LA ALCAYATA